
Como vas viendo, no todo en las relaciones de pareja es maravilloso, ni la felicidad absoluta es tan fácil de lograr, tampoco los sueños se cumplen de manera automática. Lo normal es que también haya, antes o después disputas, discusiones y desencuentros, entendidos como formas en que la relación se va desenvolviendo.
Siempre solemos asociar las «malas vibraciones» a personas que no nos gustan, nos desagradan, nos producen prevención, de los cuales nos alejamos si podemos. Si surge un problema con ellos, aunque no nos gusten los conflictos en general, tampoco nos extraña ni sorprende, pues sabíamos que esto podía llegar a pasar. Lo que nos resulta más chocante, y nos suele pillar más desprevenidos, es que se tengan conflictos con personas que quieres y con las que mantienes relaciones afectivas, y más aún si ésta es tu pareja y entiendes que es la relación más especial.
Hemos explicado en capítulos anteriores las características esenciales de las relaciones de pareja, se ha mencionado la alta intensidad emocional que suponen en quienes las viven, especialmente cuando más joven eres y cuando tienes poca experiencia personal. También hemos hablado de los conflictos y las diferentes actitudes y estrategias que solemos emplear para abordarlos y tratar de resolverlos.

Pero hay veces, que ante todo ello tenemos comportamientos equivocados o llevamos a cabo conductas dominadoras o abusadoras, porque no sabemos o no queremos utilizar otros recursos para afrontar ciertas realidades que nos molestan y desbordan. No es infrecuente, nuestras sociedades modernas ya están advertidas, que ciertas personas (generalmente hombres), pueden utilizar su fuerza de forma agresiva contra sus parejas, cuando estas no se pliegan o amoldan a sus intereses y peticiones.
Es una auténtica desgracia que, incluso haya muertos y víctimas por todo ello.
Lo que vemos con demasiada frecuencia en los medios de comunicación es la punta del iceberg de un problema que tiene mucha más dimensión y alcanza a todas las capas de la sociedad: Los malos tratos.
No caben paliativos, ni medias tintas, ni atenuante alguno al comportamiento violento de un hombre sobre una mujer.
No se puede ser ni comprensivo, ni tolerante con ninguna de estas conductas. Es más, cuando se aceptan, es mucho más probable que estas se puedan volver a repetir, aumentándose e incrementándose el grado de peligrosidad y su riesgo físico.
Todos y cada uno debemos entender qué son las conductas sexistas, y aprender a detectarlas para frenarlas inmediatamente con la ayuda que haga falta.
En el módulo 1 º hemos tratado en qué consiste el sexismo, sabemos qué tipo de conductas son sexistas y cuáles no lo son.
Ahora vamos a ver cómo la más enraizada conducta sexista de nuestro entorno, el machismo, puede manifestarse y afectar a una relación de pareja, con la consecuencia inexorable de su deterioro y toxicidad psicológica.
Una de las principales conductas machistas es el desprecio a la mujer, solo por el hecho de serlo.
La manifestación de superioridad masculina en relación con la inferioridad femenina, es el germen del machismo.
Se trata siempre de subrayar las cualidades positivas de los hombres, solo por serlo, y de poner el acento en las negativas de las mujeres.
El machismo considera un principio universal que el hombre es mejor y que, por ello, la mujer debe someterse ciegamente a su voluntad.
El machista suele entender que una parte de su relación afectiva con su pareja, consiste en un juego de poder y dominación sobre ella.
Son exageradamente sensibles al mando de la relación, a tomar ellos las decisiones, a quedar por encima, y/o a decir la última palabra. Se comportan intolerablemente a cualquier pega u objeción sobre lo expresado, no aceptan que se les discuta, reaccionando abrupta, y hasta violentamente, cuando se les lleva la contraria o no se hace lo que ellos dicen.
Las personas machistas actúan sobre la vida privada de su pareja, tratando de controlarla y anularla.
Para ellos su pareja debe ser una persona dócil y dependiente, cuyos círculos de relación y amistad debe depender en exclusiva de ellos, queriendo conocer para aprobarlos o desaprobarlos todo aquello que más le convenga.
La forma de hacerlo es sospechar de la vida privada de ella, socavar los círculos de amistad propios, controlar su comunicación con los demás, e intervenir en los espacios en los que él no participa.
Es característico de individuos machistas no mostrar interés sobre la realidad del otro.
No les suelen interesar sus opiniones, ni sus preocupaciones e intereses. No empatizan con los demás ni con su pareja, y parece no interesarles más que su propio mundo y su realidad.
Con ellos se siente la sensación de que todo debe girar en torno a ellos mismos, y cualquier otra cuestión ajena es como una amenaza.
Las conductas machistas son un problema psicológico de envergadura, que se puede convertir en una enfermedad que afecte a las áreas más íntimas de la personalidad que requiere de atención profesional y especializada. Si tienes dudas al respecto, debes consultar con las personas mayores que mejor te conocen y que mejor pueden aclarar lo que sucede. Si tratas por ti misma de arreglarlo corres el riesgo de que aún se estropee más.
Tengas o no pareja, debes saber que:
- La libertad no es algo que te dan, es algo que tienes.
- El respeto no se trabaja, se ejerce.
- Los celos no son amor, sino inseguridad, posesión y dominio.
- El amor no es entrega incondicional, esto se llamaría sumisión.
- Nadie cambia por amor, se cambia o se evoluciona por deseo propio, no por el afán de satisfacer a otra persona.